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miércoles, 2 de febrero de 2011

MATEMÁTICAS Y POESÍA: LA SEXTINA

Leyendo el blog "La ciencia es la única noticia", me encuentro con este artículo de Carlo Fabretti en el que analiza de forma matemática la construcción de la sextina.
Como me ha resultado interesante, explicaremos en esta entrada su construcción y su relación con las matemáticas.

Cuadrados latinos
Comenzamos hablando de matemáticas y de los cuadrados latinos. Un cuadrado latino es una matriz cuadrada (tablas de números ordenados en filas y columnas) en la que cada casilla está ocupada por un símbolo de forma que cada uno de ellos aparece exactamente una vez en cada fila y en cada columna.
En la imagen tienes una muestra de un cuadrado de este tipo.
El nombre de cuadrado latino se origina con el matemático suizo Leonhard Euler (1707-1783). Un ejemplo de cuadrados latinos son los que se generan en el pasatiempo SUDOKU.

La sextina
Es una composición poética cuya creación se atribuye al trovador Arnaut Daniel a finales del siglo XII (500 años antes del origen de los cuadrados latinos).
La sextina está formada por 39 versos, normalmente endecasílabos (11 versos, 11 es un número primo) estructurados en seis estrofas de seis versos y una final de tres versos.
Las seis estrofas que, con el terceto final, conforman la sextina, carecen de rima, pero cada uno de sus seis versos acaba en una palabra-rima (preferentemente un sustantivo llano y bisílabo).
Estas seis palabras-rimas finales de cada verso, se irán repitiendo en las estrofas siguientes alterando su orden, pero siempre siguiendo una misma ley: las tres primeras palabras-rimas "bajan" para hacer "huecos" entre ellas de modo que la primera pasa al verso segundo, la segunda pasa al verso cuarto y la tercera baja al verso sexto. Quedan por tanto, tres versos libres, el primero, el tercero y el quinto, que son ocupados por las tres palabras-rimas restantes en orden inverso: la sexta en el primer verso, la quinta en el tercero y la cuarta en el quinto. Aplicando esta regla de colocación se obtiene el siguiente esquema:
123456 – 615243 – 364125 – 532614 – 451362 – 246531
En el terceto final se repetirán las seis palabras-rima de forma que las palabras-rimas aparecen a mitad y a final de verso siguiendo el mismo orden que en la primera estrofa, es decir, 12,34,56 entendiendo que 1 está en mitad del primer verso y 2 a final del primer verso, etc.
Si ordenamos los seis versos en forma de matriz obtendríamos la siguiente
1-2-3-4-5-6
6-1-5-4-2-3
3-6-4-1-2-5
4-5-1-3-6-2
2-4-6-5-3-1
que es un cuadrado latino.
Como ejemplo de sextina a continuación tienes una poesía del escritor español, del Siglo de Oro, Fernando de Herrera (1534-1597).

(1) Al bello resplandor de vuestros ojos
(2) mi pecho abrasó Amor en dulce llama
(3) y desató el rigor de fría nieve,
(4) que entorpecía el juego de mi alma,
(5) y en los estrechos lazos de oro y hebras
(6) sentí preso y sujeto al yugo el cuello.

(6) Cayó mi altiva presunción del cuello,
(1) y en vos vieron su pérdida mis ojos,
(5) luego que me rindieron vuestras hebras,
(2) luego que ardí, señora, en tierna llama;
(4) pero alegre en su mal vive mi alma,
(3) y no teme la fuerza de la nieve.

(3) Yo en fuego ardo, vos heláis en nieve,
(6) y, libre del Amor, alzáis el cuello,
(4) ingrata a los tormentos de mi alma;
(1) que aun blandos a su mal no dais los ojos.
(2) Mas siempre la abrasáis en viva llama
(5) y sus alas pendéis en vuestras hebras.

(5) Viese yo las doradas ricas hebras
(3) bañadas de mi llanto, si la nieve
(2) vuestra diese lugar a esta mi llama;
(6) que la dureza de este yerto cuello
(1) la pluvia ablandaría de mis ojos
(4) y en dos cuerpos habría sola un alma.

(4) La celestial belleza de vuestra alma
(5) mi alma enlaza en sus eternas hebras,
(1) y penetra la luz de ardientes ojos,
(3) con divino valor, la helada nieve,
(6) y lleva al alto cielo alegre el cuello
(2) que enciende el limpio ardor inmortal llama.

(2) Amor, que me sustentas en tu llama,
(4) da fuerza al vuelo presto de mi alma,
(6) y, del terreno peso alzando el cuello,
(5) inflamarás la luz de sacras hebras;
(3) que ya, sin recelar la dura nieve,
(1) miro tu claridad con puros ojos.

(12) Por, vos viven mis ojos en su llama,
(34) ¡oh luz del alma!, y las doradas hebras
(56) la nieve rompen y dan gloria al cuello.

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