Cien años después, en el año 2000,
el Clay Mathematics Institut de Cambridge sedujo a los matemáticos
con un millón de dólares para quien pudiera echar luz sobre otros
siete enunciados y, en realidad, ahora ya no son siete sino que
quedan seis, gracias al ruso Grigori Perelman que resolvió la famosa
conjetura de Poincaré.
Es curioso que la mayoría de la gente
piense que la matemática está toda inventada. El sólo hecho de que
aceptemos esto como posible, de que no hay nada por descubrir,
demuestra lo lejos que estamos de la matemática real, la que
investiga porque no sabe, la que es curiosa, la que es atractiva, la
que anda por la vida sabiendo algunas cosas, muy pocas, e ignorando
otras, que son muchísimas.
Existen aún muchos enigmas el el mundo
matemático.
En el año 1900 el alemán David
Hilbert propuso los 23 problemas más importantes que hasta ese
entonces no tenían solución. Y Hilbert dijo: “Tenemos que saber y
vamos a saber”. La comunidad matemática aceptó el reto y muchos
de esos planteamientos se resolvieron.
Pero hay otro desafío para nosotros,
los matemáticos, que también es difícil de resolver. Es el de
tratar que los atractivos de la matemática puedan ser descubiertos
por la gente. Pero tenemos que asumir que el problema no es sólo de
quienes piensan que la matemática es aburrida y que está todo resuelto
sino también de quienes como nosotros, los matemáticos, disfrutamos
de algo que no sabemos compartir.
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